Llegadas tarde del paciente, el no funcionamiento o la rotura de nuestro equipamiento, la caída del sistema de turnos, el aumento de precios de un proveedor, la ausencia del personal, la no llegada de un trabajo del laboratorio, los problemas edilicios y muchos otros ejemplos más, ¿te resulta conocido?
La mayoría de los profesionales que lideran o gestionan un emprendimiento están el 80% del día “bajo el agua”, como en un submarino, en contacto con noticias negativas, negociando con personas, cargándose de quejas frecuentes y de situaciones de conflicto y como se dice, se encuentran “apagando incendios” – con suerte – a pesar de que sería más meritorio si estuvieran ese tiempo encontrando el origen del fuego.
Diariamente se ven sumergidos en situaciones a los que habitualmente llaman “problemas”, pero te pregunto, ¿serán todos problemas? ¿De que manera los enfrentan? ¿Hay uno grande o será la sumatoria de pequeñas trabas? ¿Dónde se producen con mayor frecuencia? ¿Cuáles se pueden evitar? ¿Qué sucede si modificamos nuestra actitud frente a ellos?
No hay que olvidar que los problemas son parte de la vida – y del consultorio también – en donde algunos se pueden evitar, y otros debemos solucionar. Recordemos que un problema no es lo mismo que una situación difícil o dolorosa. Un problema es una situación «que puede ser cambiada» es decir, que tiene una solución y que una situación que no tiene solución, no es un problema.
La conducta de los demás no es nuestro problema, porque la solución no depende de nosotros. Nosotros no podemos cambiar o hacer que la otra persona cambie. Podemos tratar de convencerlo, motivarlo o ayudarlo, pero no cambiarlo.
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Sin embargo, la manera en que la conducta de esa persona nos afecta a nosotros, si puede ser nuestro problema y nosotros decidimos que hacer ante esa situación.
Por ejemplo: Si nuestra asistente dental siempre se confunde al completar las órdenes de laboratorio, el problema es en que deriva esa acción o sea, cual es la consecuencia de haber llenado mal esa orden. Lo mismo sucede si el técnico del equipo arregla el foco del sillón, y a la semana siguiente deja de funcionar. El problema no es el foco ni el técnico sino que no podemos seguir trabajando, y debemos buscar otra opción.
Una nueva mirada a los problemas nos permite reconocerlos cuando se inician, para poder resolverlos antes de que se compliquen, para evitar una respuesta impulsiva, que nos puede llevar a una mala solución o a crear otros nuevos problemas; también para descubrir las diferentes opciones de su solución y poder escoger la mejor.
Como podemos ver, en el planteamiento correcto del problema está la solución. Además éstos pueden ser de solución inmediata o de solución a mediano o largo plazo. Es por ese motivo que es importante darle el tiempo necesario a cada uno de ellos.
En algunos casos, la solución dependerá exclusivamente de nosotros y en otros, se requiere de la colaboración de varias personas. No podemos solucionar un problema sobre el que no tenemos control.
Una complicación está formado por una situación que queremos cambiar; las conductas, las personas, los sentimientos y los acuerdos que mantienen esa situación y el objetivo o resultado que queremos lograr.
Para resolverlo adecuadamente necesitamos tener información clara de cada uno de estos aspectos, analizar dicha información y actuar.
Si no actuamos el problema no se resuelve, simplemente nos es más conocido.
Los principales obstáculos para su solución son negar su existencia o restarle importancia; querer lograr cosas que no están bajo nuestro control; actuar impulsivamente; dejarse llevar por las emociones -enojo, depresión, etc.- o decidir en función de ellas; no buscar la información necesaria; no analizar la situación, los obstáculos y las expectativas; no actuar, seguir pensando en él o planeando su solución, pero sin llevarla a cabo.
¿Qué debemos hacer?
Una forma correcta de proceder es ir anotando todas las dudas que se nos vienen a la mente: ¿Qué está sucediendo? – describiendo conductas específicas, de manera clara y concreta – ¿Dónde sucede? ¿Cuándo sucede? ¿Quiénes son las personas involucradas? ¿Qué es lo que me molesta de su conducta? – de lo que hacen o de lo que dejan de hacer – ¿Por qué me molesta? ¿Qué haría yo, en esa situación? ¿Cómo me siento? ¿Por qué me siento así? ¿Qué pienso o que creo? ¿Por qué actúo así? ¿Cómo me gustaría actuar? ¿Qué tengo que hacer para actuar así?
A partir de las respuestas, podes establecer cuál es el verdadero inconveniente. Revisa tu forma de pensar y tus creencias relacionadas con el problema y con las personas. No te quedes pensando en el problema sino en sus consecuencias.
por Dr. Cristian Kulzer